Ha quedado dicho que un acto determinado es bueno o es malo si su objeto, su finalidad y sus circunstancias son buenos o malos. De ordinario, sin embargo, viene de inmediato a la cabeza la pregunta: buenos o malos, ¿en relación a qué?; ¿cuál es la norma o el criterio para señalar la bondad o la malicia de un acto? Y con la pregunta, surge también la respuesta: la ley moral, que es la que regula y mide los actos humanos en orden a su fin último.
En este capítulo y en el siguiente estudiaremos cómo la rectitud de un acto nos viene dada por dos elementos: uno exterior al hombre, que es la ley, y otro interior, que es la conciencia; de esta manera, la bondad o la malicia es la conformidad o disconformidad de un acto con la ley y con la conciencia.
La ley moral es la regla que deben cumplir los actos humanos para ser buenos, es decir, para conducir hacia el fin último del hombre. La ley orienta al ser humano para permitirle alcanzar su propio bien, esto es, su fin último. La ley moral debe coincidir con la ley suprema del universo, la ley natural, que a su vez no es sino la ley eterna o divina. Esto es, ley moral, ley natural y ley eterna son la misma cosa.
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